MADRID Mayo 2000 | 24.11.2016 | 05.02.2018
No hay nada
más eficaz en una estructura si está presente en ella todas las partes que la
componen. Igualmente, ninguna parte se basta asimismo si no se interrelacionan
entre sí. En consecuencia, encontramos aquí el principio de razón suficiente
que explica una estructura lógica y que podemos inferir como consecuencia
lógica que se establece una estructura integrada y coherente.
Así pues, tomando
como base estos principios lógicos de correspondencia, de relación y de vínculo,
nos puede servir para entender y explicar la realidad, diciendo que es posible
tomar como base la relación que existe entre Doctrina y Sistema y que expresa
contenido y fundamento de ser tomado en cuenta como una realidad ideal
satisfactoria y preferida.
Una
relación intrínseca entre el Hombre y la Doctrina
A
partir del conocimiento de los textos sagrados y filosóficos de las Doctrinas,
claramente podemos observar la presencia constante de principios, valores y
moral, que se dirigen y son determinantes en la vida del ser humano.
Si
bien es cierto que entre las diferentes Doctrinas se pueden hallar diferencias
fundamentales, por ejemplo, en cuanto a razón como el marxismo o en cuanto a fe
en las Doctrinas sagradas, no obstante, todas ellas buscan una relación
intrínseca en la vida del ser humano.
Pero el bien-estar del Hombre está fuera de la Doctrina
No
podemos ignorar ni ocultar que el Hombre camina en dirección contraria a la
Doctrina. El Hombre es contrario a esa relación intrínseca, en tanto que se
aparta de ella, y no la reconoce como parte de su ser.
El
Hombre lo que busca es su bien-estar consigo mismo. Y para ello construye sobre sí mismo sus pensamientos, sus actos y
sus sentimientos en torno a sus intereses. El mundo que crea lo acondiciona de
tal manera que no existan excepciones, condenas, ni que lleguen a invalidarle de todo aquello que
provenga de las corrientes en especial del culturalismos. Una corriente que manipula y domina a la sociedad y que es
propio de las ideas de los neoliberales, y del humanismo, aquél asociado al
libre albedrío, a la tolerancia, que no discierne lo bueno de lo malo, del bien
y del mal, como por ejemplo el derecho a la libertad sexual, en cuanto a su
orientación sexual, tendencia sexual o inclinación sexual, referidos a la
heterosexualidad, homosexualidad y la bisexualidad, que por igual deben ser «reconocidos,
promovidos, respetados y defendidos por todas las sociedades con todos sus
medios.» (Declaración de los Derechos Sexuales), o del humanismo secular. Corrientes
que rechazan las afirmaciones del humanismo ético, que están presentes como
pensamiento y como textos en las Doctrinas, ejemplo la Doctrina cristianas,
veamos:
«Mirad que
nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según
Cristo.» Colosenses 2:7
¿Qué buscan las Doctrinas
en el Hombre?
Lo que buscan las Doctrinas es transformar
al Hombre de su estado natural hacia un estado ideal; hacia un ser trascendente
y/o inmanente; hacia la posesión de una conciencia superior o desconocida,
hacia su pleno entendimiento; y que sea capaz de descubrir los secretos de su
Doctrina.
Una forma de entender el
significado de las Doctrinas
Una forma de entender el significado de
las Doctrinas como parte de su relación y vínculo con el Hombre lo constituye,
entre ellas, la Doctrina Cristiana. Perfectamente así se concibe si tomamos de
ella los textos sagrados y filosóficos de la Biblia, por ejemplo, Miqueas 6:8, cuando dice: «Hacer justicia y amar
misericordia, y humillarte ante tu Dios», y conforme lo señala Mateo 23:23: «Y
dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe».
Indiquemos que la palabra justicia,
misericordia y fe aparece en la Biblia en una posición superior, de mayor
importancia, a las propias leyes, decretos, estatutos y reglamentos. Y
establecida así por importancia no son más que mandamientos que nos demanda obedecerlas
y cumplirlas.
Desde luego, estos mandamientos no es un
saber exclusivo de la Biblia, además, no es una simple razón de importancia que
consiste en hacer algo bueno por nuestro semejante, o una mera expresión de
moralidad frente a una determinada situación, ya que encontramos en ella, la
Biblia, que conlleva un contenido más profundo cuando las acciones se llevan a
cabo, que es alcanzar el desarrollo interior, nuestra esencia espiritual, que
hace falta para alcanzar el reino de los cielos y conseguir la vida eterna.
Esto es, tomando como ejemplo a la
Doctrina Cristiana, de cómo se sostiene una creencia. Y también una forma de identificar
los principios evidentes asentados en las Doctrinas, y que esperan y exigen de
los hombres ser conquistadas, aseguradas y fortalecidas; además, que lo obligue
a diferenciarlo de su simple condición natural, ordinaria o mediocre, y para un
cambio real de orientación hacia su esencia: un encuentro con su origen y naturaleza,
y así alcanzar su definición como persona humana.
El significado de las
partes en el hombre espiritual:
1. La Justicia es la acción enérgica que desafía al
hombre a vivir al máximo de sus capacidades por una causa justa. Es la absoluta
e incondicional subordinación de los intereses de aquellos que tienen hambre y
sed de justicia. Es aquel que reconoce la necesidad de reprobar la injusticia y
estar dispuesto a ponerse adelante sobre los que no tienen disculpas.
Un concepto cristiano
explícito de justicia nos declara la Biblia: «¡Hipócritas! Sabéis distinguir
el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo? ¿Y por
qué no juzgáis por vosotros lo que justo?». (Lucas 12:56,57).
La misma exigencia doctrinal
también se presenta en el sagrado Corán: «¡Y qué os pasa que no lucháis en el
Camino de Dios y por la causa de los hombres, mujeres y niños oprimidos, que
están siendo sometidos a la tortura y a la tiranía?». (4:75).
Definitivamente, el adherente
a su Doctrina es buscador de justicia; es «muerte en licencia» (Lenin); es
decir, muertos para sí mismos y vivos por la causa; con dedicación y lealtad a
aquella única y realmente digna causa. Es el atributo del beneficio mayor para
su semejante en un contexto de progreso general. «Nuestra misión es cambiar el
mundo. Marx».
Está claro que la praxis
fundamental del creyente verdadero obra en el acto de predicar y aplicar su
Doctrina al servicio de la justicia social y humana.
2. La Misericordia es compartir en toda forma posible con
nuestro semejante (los sufridos, los desgraciados...) Se usa para salvar,
socorrer y corregir. Es el reverso del egoísmo.
La Misericordia no es una
vaga benevolencia. ¡Cuánta verdad en tan pocas palabras de Halligan!: «la falsa
caridad cristiana que ayuda a los pobres a ser inútiles». Una Misericordia
verdadera presupone un deseo ardiente de relación unos con otros; que conduzca
al desarrollo y enriquecimiento integral de las relaciones de las personas con
los demás. La Misericordia viene de la auto-identificación con otras personas.
La Misericordia es sincera
como un valor ético fundamental, no es un acto de exhibición, de parcialidad o
hipocresía. Nunca alcanzaría su condición de tal si es por interés, por
política, por poder, o por ambiciones personales. Por ser esencialmente social
es altruista, activa y personalizado.
3. La Fe se conoce a través del sentido interior y no se da en el mundo
visible. No es el simple acto de creer sino una relación íntima con lo
que se cree. Es una entrega personal con el sacrificio y sufrimiento por lo que
se cree. La Fe se une al hombre para hacerlo tan fuerte e imperturbable. Para
heredar caracteres más fuertes, más profundos y más interesantes.
Conclusión
Hemos usado a las Sagradas
Escrituras como referencia para dar a conocer que en ella se sientan ciertos
principios, y que se orientan y se proyecta de manera general y universal y que
puede influir de manera significativa en el Hombre y en su Cultura como condición
hacia una estructura ideal.
Desde luego, las Doctrinas no
sólo se involucra con el ser psico-espiritual del hombre, sino también se extiende a todo aquello que
gire alrededor de él, como es la nación, estado, gobierno, pueblo, comunidad,
ideales de cultura, etc. Y su presencia en lo universal es una voluntad y
aspiración de acciones y reacciones sin limitaciones en su espacio y tiempo
histórico. «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura». (La
Biblia, Mateo 16:15).
Una causalidad ética de esta
Estructura Ideal fija en el Hombre una obligación de conciencia y obrar en cumplimiento
de un deber doctrinal como creyente, lo cual no debe apartarse de lo justo en
todos los campos de su actividad, bien sea política, social, económica, etc.
Una causalidad ética doctrinal es seguida del ejemplo de profetas y mártires
-aborrecidos, burlados y perseguidos- «¡OH! Profeta, combate a los infieles y
a los hipócritas, y sé duro con ellos. Su morada es el Infierno...». (El Corán
9:73).
Por consiguiente, esta Estructura Ideal aparece como un elemento de juicio juzgada y calificada como
buena, conveniente, correcta y justa y, en consecuencia, su omisión y
restricción que se oponga o desnaturalice a esta coexistencia estructural,
sería contraria a todo basamento doctrinal y a toda lógica y de la ética.
Así pues, teniendo en cuenta
esta interpretación estamos frente a un nuevo modelo de Estructura del Hombre Espiritual
y que nos lleva a preguntarnos si el Hombre está dispuesto a aceptarlo.
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